Querida Existencia:
Vuelvo de nuevo a ti un día después de escribirte por primera vez después de tanto tiempo para contarte que si ayer te decía que me enseñaras a ser mesurada y a no sér tan impulsiva hoy he dado ejemplo de todo lo contrario, pero te tengo que decir que lo más triste es que creo que gracias a eso lo he perdido. ¿Se puede saber por qué tardas tanto en contestarme? Vale, vale ... ya estoy dando ejemplo otra vez de lo que no tengo que hacer ... Soy impaciente, demasiado ... Lo siento, deveras, no tengo excusa, ni perdón posible ... No soy perfecta, ni me gustaría serlo, solo quiero que me aceptes como soy, que me endereces un poco, que me ayudes a ser mejor. ¿ Por qué no me contestas? Ahora sé porqué dejé de escribirte, tu tardanza... mi impaciencia. Pues ahora no pienso desistir, te voy a seguir escribiendo, aunque me desespere confio en que me responderás, algún día.
Esta carta es urgente, dime ¡cómo se pide perdón después de una ofensa! Si con una palabra no basta ... ni tan solo con una acción. Sé que sabes que me he pasado ... ¿cómo lo arreglo? Ya no lo puedo arreglar... Dos orgullos enfrentados. Espero que me contestes esta noche, no me falles.
¡ Hasta pronto mi consejera Existencia !
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